martes, 28 de abril de 2015

VIAJES DE MALUMA

Juan Luis, Juancho, Doño, Parcero… A Juan Luis Londoño Arias nadie lo llama Maluma en su entorno cercano.
El sonoro nombre, compuesto por las iniciales de sus padres y su hermana, Marlli, Luis y Manuela, es la máscara, la otredad. El personaje que habita su cuerpo desde hace cinco años.
Cuando estaba a punto de cumplir 16, Juan Luis le dijo a su tía Yudy Arias que como regalo de cumpleaños quería grabar una canción. Ella, que lo había acompañado en su proceso de crianza, miró a su esposo Juan Parra y este asintió. Hasta entonces, el joven solo había dado muestras de una pasión profunda por el fútbol. Tanto, que jugaba en las inferiores de Atlético Nacional como volante de creación. Ocupaba su tiempo con el estudio en el Colegio Hontanares, el gimnasio y los partidos.
Un demo en el estudio de un amigo de Yudy, clases de técnica vocal y guitarra y una férrea convicción de una pasión que se asomaba en la vida de Juan Luis, más la disciplina que ya el fútbol le había impregnado a su vida constituyeron una indiscutible fórmula de éxito. 
 
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Con los mejores 
Para tener la carrera que tiene hoy y el nivel al que quiere llegar (la palabra nivel está presente durante toda la conversación), Maluma cuenta que aprendió que lo más importante no es la cantidad sino la calidad, y por eso, él y su equipo no escatiman recursos para trabajar con los mejores. 
Para el video de Carnaval esperó a que los productores y el director tuvieran agenda y luego, paciencia para tramitar el papeleo en Estados Unidos. 
“Quise mostrar otro nivel y por eso lo hice con Carlos Pérez, quien ha dirigido videos de Marc Anthony, Wisin y Yandel, Chayanne y Ricky Martin”.
Salieron con diferencia de tiempo la canción y el video, pero 6 millones de reproducciones en Youtube le dan la razón al exigente Juan Luis.
Y para la producción musical trabaja con Andrés Castro, el mismo del disco Corazón Profundo, de Carlos Vives. “Viene mucha música. Andrés me ha enseñado mucho, porque aterriza mis ideas. Quiero que la gente se quite de la cabeza la idea de que soy un reggaetonero. Yo soy un artista urbano, hago pop urbano”.

 
Hoy, Maluma es el Pretty Boy, la imagen exclusiva de reconocidas marcas, el delirio de las jovencitas, el que llega de Ecuador, descansa media hora, sale para el estudio fotográfico y posa durante dos horas, ofrece dos conciertos en una noche en Bogotá y se va al aeropuerto de madrugada porque lo esperan dos compromisos más en Barranquilla, y luego Venezuela, México y Miami. El que en La Voz se mostró tal y como es, que trata a sus cercanos con afectuosas expresiones de cercanía: “papi”, “princesa”, “mi reina”, “bacán”, con ese acento paisa que arrastra las eses y alarga los finales de las frases. 
El que mientras se prepara para la sesión de fotografía, entona con suavidad: “Esta vida loca, loca, loca”, de Francisco Céspedes. Hay talento en su voz. Para quienes piensan que son solo beats o camuflajes de estudio.
Acaba de cumplir 21 años y su video Carnaval, grabado en Los Ángeles, ya superó los seis millones de reproducciones. 


 
Una siesta corta, un café bien cargado, música a alto volumen (X, de Chris Brown) y Juan Luis está listo para transformarse en Maluma ante la cámara. 
No es muy alto y sí muy fornido. Delgado. Se cuida con yoga, barras y gimnasio. Sabe que su cara de niño atrae y se conoce cada gesto. Maluma es apuesto. Y eso, para un artista juvenil, es un capital para explotar hasta el cansancio en fotos, portadas de discos, videos, campañas o portadas de cuadernos. Un guiño de ojo, la ceja levantada que remata una sonrisa, transforma una foto convencional en una firma de coquetería. 
El brazo izquierdo es el testimonio de sus tatuajes. Siempre se los hace el mismo artista de Bogotá. El más reciente es un búho que sale del hombro. La piel la recorren un templo tipo pagoda, flores de cerezo, la palabra magia y un rostro de Buda. Cuando tenga tiempo visitará el taller del artista, porque ya quiere hacerse una brújula. 
 
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El primer tatuaje se lo hizo a los 14 años, la palabra Maluma en el pie. El siguiente será una brújula en el antebrazo izquierdo, casi en el único espacio libre que le queda. 
 
Una pérdida
Acostumbrado a las sonrisas y al mundo del espectáculo, en el que convienen y se multiplican risas y guiños, hace poco Maluma dejó ver su dolor en redes sociales. De manera intempestiva murió su perro Kilate de dos años, y con él se fueron las ganas de tener otra mascota como éste, al que consentía cada vez que llegaba a su casa en Medellín.
Las cenizas de Kilate están guardadas en casa, esperando a que Maluma tenga tiempo, se detenga y pueda ir a  depositarlas bajo un árbol.
Ojos llorosos y frases sentidas llenaron de likes sus redes sociales. Un instante para olvidarse de Maluma y dejarse la piel con Juan Luis, el joven que no para de asombrarse por lo que ocurre a su alrededor (conversamos en el estudio fotográfico y afuera hay una fila de niños y adultos esperando una foto, un saludo y un autógrafo), mientras sus compañeros de colegio, los parceros de los partidos de fútbol, avanzan en los estudios universitarios. 
Son pocos, pero muy cercanos. Recientemente celebró con ellos su cumpleaños en Guatapé, sitio de recreo en el Oriente antioqueño.
Allá se recoge en la esencia familiar, como la de cualquier joven de 21, que consiente a la mamá, se carcajea con el papá, se deleita con la comida casera (“¿hay algo más bueno que el arroz con huevo?”), y ejecuta maromas en el wake board. Episodios que extraña profundamente, así converse todos los días, todo el día, con su familia en el grupo de Whatsapp los que somos.
 
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En pocas palabras
Temperatura: mis hormonas siempre están activadas. 
Carnaval: No hay que sufrir, no hay que llorar, la vida es una y es un carnaval. 
Andrés Cepeda: Él sabe que soy ‘una fan enamorada’. Me encantaría hacer una canción con él.
Una oración: el Padre nuestro, indispensable.
La Voz: le debo la oportunidad de darme a conocer como soy: auténtico, un man real.
Dispositivos: iPad, iPhone 6, un parlante y un Mac.
Videojuegos: no me gustan.
Antojos: los carros, aunque poco los puedo disfrutar.
Carácter: Fuerte, soy malgeniado.
Budismo: Un estilo de vida. 
Yoga: Me da equilibrio y tranquilidad.

 
Los extraña y los adora. Habla de ellos con dulzura. Detrás de los músculos tatuados y la máquina de negocios, hay un niño de la casa, con trazos de ingenuidad en algunas frases. A gusto con su vida, con un marcado, marcadísimo acento paisa, manifiesta ese espíritu aferrado a la tierra, tan propio de los antioqueños, para decir con orgullo que compró una casa para su familia gracias a su trabajo, y que puede apoyar a su hermana en sus estudios universitarios. 
El niño de la casa Londoño pronuncia las frases precisas, dulcemente correctas. Por algo es el Pretty Boy. “Trato de no creerme la película. Vivir como cualquiera. Sé que el mío es un trabajo diferente, dependo de la gente, de mi público. Me siento orgulloso de que tantas horas de trabajo y de sacrificio hayan valido la pena”.
La felicidad es una fotografía que permanece en su memoria: la familia sonriendo. No tiene precio. “Tener a mis fanáticos felices con una canción y hacer lo que me gusta”.
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Coquetea en las redes sociales y deja ver ese lado personal de lo cotidiano que tanto seduce a los seguidores. Y que es, en últimas, el plus de este escenario virtual: mostrar lo que antes estaba reservado. 
El día de San Valentín, por ejemplo, grabó un video para Instagram diciendo que ofrecía recompensa por el parcero Cupido. ¿Está solo el corazón de Maluma? La respuesta entre un sí y un no siempre mantendrá ese halo de misterio tan conveniente en el medio artístico. 
¿Se googlea? Sonríe y dice que solo una vez y a petición de su mánager Walter Kolm. Se sorprendió. ¿Quién no? En 31 segundos la pantalla reporta 7’170.000 resultados. “El 98% de las cosas son positivas y eso es muy bacano”, apunta con tono de aprobación.
De ese joven impetuoso que quiso probar en el fútbol, permanecen la calidez, el tono enérgico al hablar y el espíritu familiar. La certidumbre de que los Londoño y los Arias son su polo a tierra. Donde él deja a Maluma y es, simplemente, Juan Luis, Juancho o Doño.
 
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